Estudio y exposición simultaneos del pensamiento de Nishida Kitaro.

lunes, 12 de enero de 2009

4.

imagen: Jacek Yerka

Contraste de seres de contrastes. Todo está vivo, pero en nuestra ideología sigue habiendo un grave problema de interacción. Una lógica de la negación equivale a una lógica de lugar. Cuando Nishida, en Indagación del Bien, se refiere al sentido del tacto (shokkaku) como probablemente el más importante de los sentidos, universal, es por ser el más inmediato y más básico reflejo de interacción con el ambiente. Son los espacios los que posibilitan las acciones.

Transgredir el lugar. Volver al presente del que nunca salimos. Casi parece una frase de consuelo. Nuestra visión tan obtusa del tiempo es el espectáculo mismo de vivir. Las perspectivas encajonadas en ciclos de siete o diez años, como si ese “paso de un concepto a otro” supusiese todo un reto. En nuestra esta sociedad, que pasó de comprar rosarios a adjetivos en cajas de jabones, el criterio oriental cae de lleno en nuestra relación con las palabras, nos apunta a que poca diferencia hay en las bases actuantes de nuestros distintos departamentos. Nos hace ineptos en nuestra organización por la misma base.

El presente es el presente absoluto” significa que el sujeto religioso, como autodeterminación del presente absoluto, es libre por trascender las causalidades abstractas del aquí y ahora concebidos en términos de sujeto gramatical o del predicado. Incluso el conocimiento científico, el pensar abstracto del sujeto, se basa en esta libertad. “El presente es el absoluto presente” es la paradoja de Dios; el sujeto refleja al absoluto como autorreflexión existencial del absoluto presente. Yo mantengo aquí la relación el tiempo y el logos eterno, discutida por Tillich en su Kairos un Logos, debe ser concebida también en estos términos. Ambas ciencia y moralidad, tienen aquí su base en la forma religiosa de vida.[i]

Nuestra inercia hizo que las palabras fuesen nuestro lugar. Asimismo, ésta se construye dentro de su propia red de pensamientos ya pensados, arrastra conexiones difíciles de superar, fruto de operaciones vividas tan sólo verbalmente, denominadas prejuicios. No asusta la frase de que nuestra sociedad vive en un blabling incesante, ni asusta tampoco la idea de que interpretemos muchas veces el mismo guión, en contextos similares, como las que surgen en épocas de exámenes, cumpleaños, funeral. Ni debería parecer patológica la velocidad con la que somos bombardeados por spots publicitarios, ¿o sí? No vayamos a decir que estamos alienados, funcionando como pilas para la reproducción de palabras, porque nos estemos haciendo de ellas. Es la actividad unificadora que mantiene el símbolo vivo.

Luchas de autoridades para explicar lo mismo. ¿Quién organiza ese conocimiento que parece autodeterminarse sólo? Se hace callar por unos instantes la intrigante pregunta sobre “quién explica” o “cual es la mejor fuente”; respuesta que va adaptada al gusto de nuestra angustia. Las palabras son comprendidas en la inmediatez del tacto. Conviene ser cautos a fin de no caer en una mera satisfacción conceptual; tanto tienen que ver con el tono de las respuestas, como con la novedad de la información. Los memes valen como moneda. La moneda es una unidad de información, valor, que sale de la nada, y que significa deuda – ya que, con billetes se decoran paredes de bares y poco más. Comprendidas por el tacto, significa decir que cada órgano vibra con la música. Con el acuerdo con otros “yoes”. Las palabras pactan mutua atención, piden préstamo.

Nishida nos apunta al error de considerar el Ser como derivado de lo conceptual. No hace más que reflejar nuestro problema de siempre. Henry Lefebvre, que se encontraba más cerca del ojo del huracán, narra la misma tensión que sentía nuestro filósofo zen en el entrenamiento de su atención: "si el ser es lo que es y jamás otra cosa si toda idea es absolutamente verdadera o absolutamente falsa las contradicciones reales de la existencia y del pensamiento se encuentran excluidas de éste. Lo diverso y movedizo de las cosas y de la conciencia es abandonado a la dialéctica en el antiguo sentido de este término: a la discusión sin rigor, al juego del sofista y del abogado que pueden a su gusto alegar en pro o en contra. Definido por la identidad, el pensamiento es al mismo tiempo definido por la inmovilidad. De donde surge un nuevo conflicto entre la estructura del entendimiento y la movilidad, entre la coherencia del pensamiento claro, y las diferentes polaridades y fuerzas cambiantes de la experiencia real. La Razón se sitúa fuera de lo real, en el ideal. La lógica se vuelve la preocupación por un ser ficticio, el pensamiento puro, al que lo real parecerla impuro. Recíprocamente, lo real se encuentra desterrado a lo irracional, librado a lo irracional."[ii]

Nishida apunta a que no hay contradicción entre pensamiento y realidad, una vez la contradicción es unidad. Lo desconocido se hace presente en mi base intuitiva, existe antes de que nazca de una sinergía, de mi situación ante él, es para-mí. Hacemos idea de la nada, porque es genuina creación. Lo irracional al que se refiere Lefebvre, enganchado al armazón de conceptos que la filosofía trata de disolver -ya que encasilla el problema de modo casi pesimista en "lo irracional"- denota el proceso creativo de una atención direccionada. ¿Hacia adónde? A los aplausos, más que a la experiencia misma. Se discute en los bastidores quién firma el lienzo. Quién se adueña de este pensamiento inmóvil. Ser la patente de una idea es más loable que ser propio ejecutor de mejorías. Por eso se deprimia Platón. Creer que uno se adueña de una idea es excluir la participación ajena y por ende negar la esencia misma de la información, que es difundirse y abrir túneles. El que esté inmerso en esta creencia no cuenta con la posibilidad verse propiedad, marioneta, de las mismas. El pensamiento inmóvil subsiste, es un parásito, de nuestra energía vital.

Se encuentra el filósofo, pues, con el silencio de lo invisible, que le lleva a la alegría del fracaso de una realidad irreal, y atónito se queda. Fracaso asumido francamente, por aquél que se da cuenta de que lo mejor que puede decir, es que nada puede decirse (a sí misma); y qué es lo que pasa cuando se transciende la garganta y se incorpora por fin la gran Comprensión, al sí mismo de la Naturaleza. Humanidad de Budas. Alegria, por otro lado, de aquél que entiende todo decir es inédita-repetición. Por esto "avanza". Nuevo y viejo, pasado-presente. El futuro, voluntad. Al ritmo de nuestra realidad inventada, el problema sujeto-objeto está anclado en nuestra mala comprensión del tiempo, nuestra prisa, y necesidad impetuosa de predicción. Predicción que es sentida, intuición activa, es experiencial; para que tenga carácter general tendrá que ser sentida colectivamente. Nuestra angústia es el eterno mirar hacia adelante, o hacia trás -cómo si de una película se tratara- y averiguar cómo le sienta a su estomago la história cuando recuerda que lo único que hay es el instante. A la vez, cómo se resiente este órgano si la historia vivida no se corresponde con el lienzo inutilmente dado por acabado por su ego. Fotografía de un quiasmo.

En la tradición oriental ordenada, la práctica orienta la construcción teorica pero en un sentido individual, y es el miedo sosegado el único responsable de que se produzca el proceso inverso. Cada órgano del cuerpo tiene un sonido asignado, pues cada uno es una inteligencia, tiene humor. Desde la visión orientadora del tacto, universal, es que queremos presentar los fragmentos a continuación; como inmediatez, lleva a la toma de conciencia de nuestra unidad, que, sumada a la perplejidad de las indagaciones religiosas, hacen ver que el andar de la mente humana va instigado por la voluntad construida, y, contrapuesta a ella, los imperativos.

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“¿C
uál es entonces la naturaleza del sí mismo personal? ¿En donde identificamos su esencia? Si se interpreta que es una sustancia objetiva, se convierte en una criatura de mero instinto. Nuestro verdadero sí mismo no puede encontrarse ahí. Por eso he indicado anteriormente que el sí mismo ha de captarse más bien en la dirección noética donde el plano del predicado trascendental constituye al sujeto gramatical dentro de sí mismo. Para decir esto en referencia a la vida concreta, el vector temporal del mundo incluye dentro de sí mismo su dimensión objetiva y espacial. Y lo que se determina a sí mismo infinitamente en esta forma de expresión dinámica es el acto de la conciencia.

En términos de esta lógica del predicado, la naturaleza del sí mismo es racional, como auto-determinación del plano mismo del predicado. La autonomía subjetiva del sí mismo es definible entonces por la fórmula kantiana: seguir la ley moral por sí misma. Sin embargo, cuando se concibe el sí mismo en estos términos meramente formales, este sigue siendo la auto-determinación meramente de un universal abstracto: el sí mismo de una no-persona y de cualquier persona. Un sí mismo que meramente sigue la máxima del deber por el deber no posee una individualidad única o una realidad propia. Sería meramente un ser abstracto. La actividad consciente de tal voluntad formal no tendría sentido concreto, porque de ella no podría emerger nada particular o individual.

Digo, por tanto, que no puede haber actividad real meramente en términos trascendentales. El imperativo moral aquí se convierte en algo así como pensar idealmente. No se registra una decisión concreta, ni la forma de una experiencia real en la que el sí mismo consciente se niegue a sí mismo, y ya se trascienda a sí mismo. Por eso mantengo que sólo el acto de sí mismo se ve como vector de la creatividad del mundo histórico puede ser realmente una actividad consciente.

Desde este punto de vista de la creatividad histórica, incluso el pensar conscientemente es un vector configurador del mundo. El sí mismo práctico que decide concretamente no es meramente racional en el sentido trascendental. Existe por ser capaz precisamente de no seguir la ley moral por sí misma.[iii]

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“Es la conciencia religiosa misma la fuente de nuestra lucha con el problema de la religión. El sí mismo no sufre acerca de algo que meramente lo trasciende, algo externo a él. Sufre por lo que concierne a su misma existencia, a su misma vida. A medida que reflexiona más profundamente sobre su propia vida, más agoniza acerca de la cuestión religiosa. Ahora bien, la conciencia moral trasciende esta dimensión total de la toma de consciencia existencial. Podemos decir que trasciende al sí mismo desde dentro de sí mismo; hasta tal punto las angustias de la conciencia pueden sacudir al sí mismo en un nivel hondo. No hay manera de escapar a las angustias de la conciencia. Esta angustia moral es también inevitable. Sin embargo, el sujeto mismo permanece en su propia angustia. Además en la medida en que es racional, seguirá sufriendo en su conciencia.[iv]

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"La naturaleza vista como realidad verdaderamente concreta no cobra existencia sin una actividad unificadora. Por eso la naturaleza también posee una especie de yo o de sí mismo. Las varias formas, variaciones y movimientos que exhibe una planta o un animal no son meras uniones o movimientos mecánicos de la materia; como cada una esas formas y movimientos tiene una inseparable relación con el todo, cada una debería considerarse como la expresión del desarrollo de un sí mismo unificador. Por ejemplo la boca y otras partes de un animal tienen todas una estrecha relación con el objetivo de la supervivencia, de manera que no podemos comprender su significación si las consideramos separadas de esta circunstancia. Al explicar los fenómenos de plantas y animales debemos suponer la existencia de una fuerza unificadora de la naturaleza. Los biólogos explican todos los fenómenos de los seres vivos desde el punto de vista de los instintos de vida. Y esta actividad unificadora se encuentra no sólo en los seres vivos, sino que está presente en cierto modo hasta en cristales inorgánicos, y todos los minerales tienen una particular forma cristalina. El sí mismo de la naturaleza, es decir, su actividad unificadora se hace más claro cuando pasamos de los cristales inorgánicos a los organismos como plantas y animales (donde el sí mismo aparece primero como espíritu).[v].

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[i] Pensar desde la Nada, p. 78
[ii] Le Materialisme dialectique, p. 12
[iii] Pensar desde la Nada, p. 53
[iv] Ibid, p. 64
[v] Indagación del Bien, p. 114

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